Cuando hablamos del Yoga, de que hablamos?

Muchas veces, cuando se menciona la palabra yoga, lo primero que viene a la mente es una práctica tranquila, ideal 7para aliviar dolores físicos, mejorar la flexibilidad o reducir el estrés. Y sí, el yoga puede ofrecernos todo eso. Pero si no conocemos en profundidad esta disciplina milenaria, solemos pasar por alto que va mucho más allá de lo corporal.

El yoga no es solo movimiento: es respiración, es presencia, es una forma de habitar el cuerpo y de mirar el mundo. Es una práctica que integra cuerpo, mente, emociones y espíritu. Y detrás de cada postura, hay una filosofía de vida antigua y profundamente humana, que invita a conocernos, a respetarnos y a vivir con conciencia.

El yoga es para todos.

Y cuando digo todos, también hablo de nuestros tesoros más valiosos: los niños y las niñas. Aunque a veces cueste imaginarlo, el yoga es un recurso fundamental para las infancias. Es más: cuanto antes comience este camino, más natural y beneficioso será para ellos.

En los primeros años de vida, los seres humanos desarrollamos nuestras bases emocionales, físicas y mentales. Qué regalo más grande que ofrecerles herramientas para respirar mejor, conectar con su cuerpo, reconocer sus emociones y sentirse en calma en medio del ruido. A través del juego, la imaginación y el movimiento, el yoga les enseña a escucharse, a cuidarse y a estar presentes.

El yoga para las infancias: sembrar desde el juego

Cuando pensamos en niños y niñas practicando yoga, a veces imaginamos versiones en miniatura de una clase tradicional. Pero en realidad, el yoga para las infancias es un lenguaje completamente distinto. Es movimiento, sí, pero también es juego, risa, fantasía y magia. Es una herramienta de autoconocimiento que se adapta al universo interior de cada niñx.

En esta etapa de la vida, el aprendizaje sucede jugando, explorando y creando. Por eso, una clase de yoga para niños y niñas no es rígida ni formal, sino una aventura que puede empezar siendo una rana que salta en un charco, un árbol que se mece con el viento, o una estrella viajando por el espacio. A través de cuentos, música, posturas lúdicas y dinámicas, se les invita a moverse, respirar y habitar su cuerpo con curiosidad y confianza.

Pero más allá del juego, lo que sembramos es profundo:

✨ La conciencia corporal: aprender a sentir su cuerpo, identificar sus límites y habitarlo con respeto.

✨ La gestión emocional: dar nombre a lo que sienten, calmarse, expresarse sin miedo.

✨ La respiración consciente: una herramienta poderosa que les quedará para toda la vida.

✨ La atención plena: cultivar momentos de pausa, escucha y presencia.

✨ La autoestima: conectar con su esencia única, sin competir ni compararse.

En un mundo que muchas veces corre demasiado rápido, el yoga les ofrece un refugio. Un espacio donde no se les exige rendir, sino simplemente ser. Y cuando ese ser se acompaña con ternura, movimiento y alegría, lo que crece es una semilla hermosa: la del bienestar y el amor propio.

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Pequeños cuerpos, grandes emociones: cómo el yoga acompaña a los niños y niñas